
A medida que avanzan los años, muchos de los que nacieron en la llamada Generación Baby Boom – aquellos que vivieron el auge demográfico de los años 50 y 60 – se encuentran ahora en una situación compleja, ya que viene marcada por una doble responsabilidad. Mientras se acercan a los 65 años, un fenómeno poco comentado se está haciendo cada vez más visible: se les conoce como la Generación Sándwich, porque no solo tienen que cuidar de sus padres mayores, sino también de hijos adultos que aún dependen económicamente de ellos al mo poder independizarse por el alto costo de los alquileres así como de la escasez de los mismos.
La Generación Baby Boom, aquellos nacidos entre 1946 y 1964, vivió tiempos de gran prosperidad económica y avances sociales, pero hoy, en su madurez, enfrenta una realidad muy diferente. En lugar de disfrutar de la jubilación como sus padres lo hicieron, muchos están atrapados en un sándwich generacional, con un pie en el pasado, cuidando de padres que rondan los 90 años, y otro pie en el futuro, encargándose de hijos adultos que aún no logran independizarse económicamente.
A los 65 años, estas personas no solo son abuelos, sino también cuidadores, mentores y responsables de las dos generaciones más cercanas a ellas: los que les dieron la vida y los que heredarán su legado. En este escenario, los desafíos emocionales, físicos y económicos son considerables, y requieren una gran adaptación para poder equilibrar las necesidades de ambas partes.
Los padres de la Generación Sándwich están en una etapa avanzada de la vida, con una media de edad cercana o superior a los 90 años, lo que significa que muchos enfrentan problemas de salud crónicos, movilidad reducida y un nivel de dependencia cada vez mayor. Esto implica que la generación que cuida, debe hacerse cargo de las necesidades físicas, emocionales y económicas de sus padres, muchas veces en un entorno de estrés y sin el apoyo adecuado.
Por otro lado, una gran cantidad de hijos adultos de la Generación Baby Boom sigue viviendo con ellos, bien sea por la crisis económica, la falta de empleo estable o las dificultades para encontrar una vivienda asequible. En algunos casos, los hijos han optado por vivir bajo el techo paterno, ya sea por elección o necesidad, lo que aumenta la carga de responsabilidades de los padres que, con los años, también deben proveer económicamente, y a veces también emocionalmente. Esto genera en los padres una presión constante, no solo emocional sino también financiera, ya que deben cubrir los gastos de su propia vida y, además, ayudar a sus hijos a subsistir.
La sobrecarga de responsabilidades de la Generación Sándwich genera, inevitablemente, un impacto psicológico importante. Muchos experimentan altos niveles de estrés debido a la necesidad constante de atender las necesidades de los dos extremos generacionales. La sensación de estar atrapados en un ciclo de cuidados interminable puede llevar a la ansiedad, depresión y agotamiento físico y mental.
Es esencial que la sociedad también reconozca las necesidades de esta generación y se brinden los recursos necesarios para apoyarlos, desde políticas públicas hasta apoyo comunitario, asegurando que puedan disfrutar de una vida saludable, plena y libre de la carga de sentirse atrapados.